viernes, 18 de mayo de 2018

Cosas que aprendes cuando eres maestrx

Voa darles una pequeña explicación: Si no escribí la semana pasada no fue por floja -un poco, sí-, sino porque me encontraba muy mal emocionalmente. MAL. No tenía ganas ni de seguir respirando.
Pero ya estoy mejor.

Sé que está mal dejar que mis emociones controlen tantos aspectos en mi vida, pero, ¿qué les puedo decir? Así de sensible soy.
Escribo con las entrañas y siento con ellas también.
Prdn por no ser un robot o un cyborg.


Y luego de haber estado buscando temas para escribir y de darle vueltas a las cosas, y tras haber escrito dos borradores con distintas temáticas, me he decidido por escribir esto. Cosas que aprendes cuando se es maestrx. Me gusta ser maestra, me gusta trabajar con niños y shavos, ustedes lo saben, pero también saben que no es mi primera opción y que si estoy aquí fue por mera suerte y porque mis padres me obligaron a estudiar una carrera.

Aquí me tienen. A mis veintitrés años, trabajando en otro municipio y con una plaza federal ya a mi nombre.
Y a pesar de que es mi primer año trabajando de manera oficial, hay un montón de cosas que he aprendido.
Ser maestro no es fácil, no como se nos ha pintado y con el paso del tiempo y las reformas y la globalización y todos aquellos factores en los que no tenemos poder de elección, se vuelve muy difícil, complicado, y a veces hasta suicida. Y les voa explicar por qué.



Entré a la carrera sin muchas expectativas, la verdad, pero lo único que me movía era trabajar con niños "especiales". Me gusta trabajar con niños, me gusta estar con ellos porque de alguna manera yo sigo sintiendo que soy una. Tengo un cuerpo biológico de veintitrés años pero internamente me siento como si aún tuviera doce años, entonces me es muy fácil reflejarme en ellos. Una vez dentro del sistema puedo ver la realidad de las cosas.

La niñez es una etapa terriblemente solitaria, y lo recuerdo. Yo fui una niña solitaria, nunca me sentí muy cómoda entre las personas y pues, pasaba mucho tiempo leyendo libros o viendo a las Chicas Súper Poderosas, sin embargo, ahora que soy "grande" y me toca verlo desde el otro lado de la realidad, es más evidente.
Cuando somos bebés no somos conscientes de nada, pero cuando somos niños y vamos aprendiendo las cosas, nos damos cuenta de que estamos solos. Ya no pertenecemos a nuestra madre, ni a nuestro padre. Vamos a la escuela solos, a enfrentarnos a otros niños igual de solos. Estamos solos en el mundo.
Luego creces y esas crisis existenciales se desvanecen porque te acostumbras. Ya sabes que estás solo pero puedes no estarlo por momentos, pero cuando tienes nueve años lo sabes por dentro y a los niños les da mucho pánico.
Los veo abrir mucho los ojos, me abrazan seguido y se sientan conmigo para comer durante el recreo, incluso cuando yo ni siquiera les digo dónde estoy, ellos me encuentran. Me cuentan de su día, de su familia, de sus gustos y de sus sueños.
Quieren que los escuchen, y yo procuro hacerme un tiempo para hacerlo.

"Estamos solos, criaturas" les digo con calma, "pero no es tan terrible. Se tienen a sí mismos, que no se les olvide".

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El miedo a lo diferente empieza en casa y es que incluso cuando somos niños, la semilla del prejuicio es sembrada en nuestros corazones. DESDE CASA.
Yo como maestra, convivo con niños, si bien, no todo el día porque soy de USAER -pinche hueva, la netflix-, sí el tiempo suficiente como para darme cuenta de cómo se relacionan.
Burlas por el color de la piel, por el largo de la falda, por si tienes padre o no, por si sabes leer o no.
He escuchado a los niños decirse entre ellos "joto", llamarse "niñas" entre los varones como manera de ofensa. "Está muy gorda", "Es negro", "Siempre trae la falda bien cortita para andar con los niños" entre otras cosas. "Está enfermo", se refieren a los niños con discapacidad de la escuela.

Y yo me quedo tipo: ????????

Siempre que escucho algo así, lo primero que hago es voltear a ver a quién lo dijo y le pregunto que si sabe lo que significa.
A veces los niños se pelean entre ellos y de "jotos" no se bajan. Yo les pregunto: ¿Saben qué significa eso?
Ellos se quedan callados. Uno de los niños me responde: "Significa que a un hombre le gusta otro hombre"
Y yo continúo: ¿Y eso está mal?
Todos se vuelven a quedar en silencio. El más valiente, el que me contesta, niega con la cabeza.
"'¿Entonces por qué creen que llamarse jotos es ofensa, si no es malo?"
Más silencio.

No los regaño, ni les grito. Tampoco los avergüenzo enfrente de otros y procuro no crear tabús ni prohibirles las cosas.
Los cuestiono, les hago tantas preguntas como puedo para que ellos mismos se pregunten a sí mismos. Que aprendan a cuestionarse, que aprendan a pensar.

Quien no pregunta no piensa.

En otras ocasiones los niños usan palabras que según ellos no saben qué significa. Y yo les digo: ¿Entonces por qué usas palabras que no sabes qué significan?

Pero todo eso viene de casa, lo sé. Esas palabras y ese prejuicio y esos pensamientos son adquiridos en casa. ¿Y puedo hacer yo algo con eso? No, no puedo evitar que las familias críen a sus hijos en ideas homofóbicas.
Pero puedo cuestionar a los niños para que piensen por sí mismos cuando entran a mi aula y se vayan con eso.

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Los niños son más perceptivos de lo que creemos y es que, se tiene la creencia de que los niños son criaturas estúpidas (?
Lo sé porque escucho a mis compañeros maestros hablar de ellos, referirse a ellos con tonos despectivos y lastimeros, como si los niños no escucharan o no entendieran. GRAVE ERROR.
Los niños no son en absoluto estúpidos ni tontos. Entienden muchísimo más de lo que creen y ven aún más.

Incluso cuando yo misma estoy consciente de ello y los trato con todo el respeto del que soy capaz, a veces me gana ese prejuicio y no me comporto como es debido. Y ellos lo notan. Creo que obviarán mi cara, el tono de mi voz o lo que sea pero se percatan.

-Maestra, ¿está enferma?
-No- contesto un poco confusa porque mi alumno sacó la pregunta de la nada, mientras escribía su nombre. -¿Por qué?-
-Porque tiene ojos tristes-

Me quedé trabada unos segundos y luego me reí. "Estoy triste porque no hacen la tarea" bromeo y ellos se ríen y prometen que ya la harán en tiempo y forma. Luego de eso, he tenido más cuidado con la cara con la que los recibo. 
También, ya uso más delineador negro y lentes oscuros, NO VAYA A SER.


Se interesan por aspectos de mi vida que casi nadie nota, como que tomo mucho café o cuando traigo curitas o vendas.

-¿Qué le pasó en la mano, maestra?- me preguntó una vez otro de mis alumnos. Tenía una curita muy chiquita enredada en mi dedo anular.
-Me corté-
-Ay, maestra, usted siempre se anda cortando-

Y pues sí.


Desde cositas así, procuro calmarme un chingo porque qué pena que los niños se den cuenta del desmadre que soy, lmao.
No necesitan esa imagen mental de mí.

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los niños son poderosos y te enseñan a vivir.
Tan simple como eso, no hay manera de enseñar algo que no se ha vivido. Lo noto cuando empiezo a hablar de puras mamadas que la SEP insiste en que los niños de tercer año deben tener en su cabeza. 
Lo sé porque ellos están fastidiados y yo también lo estoy.

Pero la alegría por crecer sigue ahí y los niños lo ven. Sienten ganas de leer cuando me ven leyendo. Me preguntan por los libros, los dejo que lo tomen y lo hojeen.

Me pasó hace un par de añitos que estaba haciendo mis prácticas en una escuela primaria regular. Cada vez que salía al recreo, me sentaba en una jardinera bajo un árbol y mientras leía mi libro de la quincena comía algo. 
Así pasó una semana y a la siguiente, un niño AL QUE NO LE DABA CLASES se acercó a mí y se sentó. Me miró y yo lo miré y luego me enseñó un libro que traía consigo. 

-Voy a leer como usted, maestra- me dijo y luego se puso a leer en silencio conmigo. 

Me dio mucho AWWWWWW, DÉJAME TOMARTE UNA FOTO PARA MANDÁRSELA A MI MAMÁ y luego me entró pánico porque estoy segura que mi tristeza tiene una raíz muy fuerte en mi amor por los libros desde muy joven peRO OMG me emocioné tanto, jamás me había sentido tan halagada como esa vez.


Recientemente me pasó que me estaba sintiendo súper mal -emocionalmente, otra vez, PARA VARIAR- dentro de mi aula USAER, así que salí al pasillo para tomar aire. Estaba nublado y había empezado a llover. Me quedé ahí en la puerta, con mi mala cara e intentando calmarme.
Los niños de primero B que estaban recibiendo su clase de educación física en la cancha de fútbol corrieron al patio techado para no mojarse y en el camino, un par de ellos pasó por donde yo estaba y me abrazaron.

-¡Maestra!- exclamaron.

Primero dos alumnos, mis alumnos y luego llegaron otros tres  y luego otros dos, y luego al final uno más. Mis alumnos se habían acercado a saludarme y sus compañeros los siguieron y me abrazaron.

Mi corazón dio un vuelco y me dieron unas ganas inmensas de llorar. 

No lo puedo pagar.

Puedo enseñarles a leer y puedo enseñarles a resolver restas. Puedo enseñarles a recortar por la línea y puedo enseñarles las funciones de sus órganos.

Pero eso no compensa el hecho de que me hagan sentir así, de que me abracen cuando estoy mal, de que me hagan reír con sus cosas. 

No puedo pagarles el amor que me tienen y me dan, más que retribuyéndolo con amor de mi parte.


Esa clase de amor no se encuentra en las personas tan fácilmente hoy en día. No hay amor así. No en la familia, no en los amigos ni mucho menos en las parejas.


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Esto de ser maestra es muy demandante y complejo. A veces no hay muchas salidas ni nada que puedas hacer. Te atan las manos la sociedad, la SEP, los padres de familia, los compañeros y a veces el mismo niño o tú solitx.

Y atado de manos tienes que trabajar, a veces vendado de los ojos también. Esperar lo mejor, es lo único que se puede hacer y aprender a reconocer los pequeños avances.



sábado, 5 de mayo de 2018

Para ti, con amor

A veces cierro los ojos y dejo que la música me transporte a otro lugar. Entre la melodía y las letras se forma una fuerza desconocida, se vuelven tus manos y se acercan con agilidad hasta mi garganta. Me ahorcan.


Yo me despierto, abro los ojos, y me doy cuenta de que no estás aquí. Fue mi imaginación, fue la música, fue tu fantasma. Nada de eso puede hacerme daño, sin embargo, tengo la sensación de ahogamiento y presión. 
Tengo miedo y siento tristeza.




Todo regresa a mí en cuestión de segundos:

Nos conocimos en la carrera, nos volvimos muy buenas amigas. "Demasiado" para los demás, nunca suficiente para nosotras. Compartíamos muchas cosas: Sueños, miedos, anécdotas, traumas, gustos y preguntas. Nos acompañábamos, nos reíamos, nos peleábamos, llorábamos y ahí estábamos cuando la otra lo necesitaba.
"Si una de ustedes dos fuera niño, serían la pareja perfecta" nos dijo una vez una compañera. Los demás compañeros nos miraban raro, los maestros también. Nunca hicimos caso porque a ellos les tiene que valer madre.
Pero mermó, creo, en como tú me percibías.

Dijiste que te gustaba y yo te creí. Luego le contaste a otra amiga en común que no era cierto y yo ya no supe cuál era la verdad. Me enojé porque jugaste conmigo y te mandé alv.

Seis meses sin hablarnos. Seis meses de esquivarnos, seis meses de fingir que la otra no estaba ahí y de que nada había pasado. Seis meses y luego nos reconciliamos. No recuerdo cómo ni por qué, pero ese problema sólo nos hizo más cercanas que antes.

Hablábamos todo el día por whatsapp, y luego en la escuela nos veíamos. A veces comíamos juntas, a veces hacíamos el trabajo juntas. A veces íbamos a la escuela juntas y a veces nos regresábamos juntas. En la noche nos volvíamos a escribir.

Hablábamos en el camión, por messenger, afuera del cine o en los pasillos de la escuela. Por whatsapp, o por llamada. 

Soñaba contigo. Soñaba que me salvabas de situaciones aterradoras y horribles. Soñaba que compartíamos el resto de nuestras vidas juntas, porque no había amistad como la de nosotras.
Soñaba que eras la dama de honor en mi boda, soñaba que eras la madrina de mi primogénito. Fantaseaba con ver tu cara en la primera fila durante mis conferencias por mis libros vendidos. 

Luego todo se fue al desagüe.

Mi corazón se removía inquieto y esta necesidad de compañía evolucionó. Me ignorabas, por momentos y yo me sentía muy triste y muy sola. Te volví un pilar en mi vida y cuando faltabas yo me sentía sin aire. 
Quería estirar el brazo y sentir con mi mano que estabas ahí conmigo, que nunca te irías. Te empecé a necesitar de muchas más maneras de las saludables. 
Quería que me abrazaras y me tocaras. 
Quería que me llamaras cuando no nos veíamos.
Quería que me escribieras cartas.
Quería que me necesitaras tanto como yo lo estaba haciendo contigo.
Quería que me defendieras de los demás.

Pero no.

Te aislaste, me ignoraste, te escondías de mí. Me pedías que escondiéramos lo nuestro, que nadie se enterara. Como si ir al cine o ir a comer fuera algo muy malo. Como si nos estuviésemos dando unos agarrones en los baños de la escuela o no sé.

Podía ver el miedo que tenías en tus ojos, tenías miedo de mí y de esto. Tenías miedo de tu novia, de sus celos y de su ira.

Yo no quería que sufrieras por mi culpa, jamás lo habría deseado, así que acepté hacerlo. No le dije a nadie cuando salíamos ni lo que hacíamos. Era más seguro para ti.

Pero las pequeñas cosas seguían ahí:

Cuando cruzábamos la calle, me tomabas de la mano porque te daba miedo que hiciera alguna estupidez. Te preocupabas porque se me olvidaba comer o no podía dormir. Me pedías que te llamara cuando tuviera pesadillas para que me hicieras compañía. Me dedicabas canciones y me decías que me amabas.

Te creí.


Y luego una madrugada de diciembre te hablé borracha y te dije que me gustabas.


Me encaraste y me pediste que fuera clara contigo. Y lo fui y lo hice, aunque me dolió mucho.

Me gustabas de muchas maneras. Eras mi mejor amiga y contigo no me sentía sola. Contigo podía ser yo al 100 y nunca me censurabas. En tus manos me deshacía y me hacía y siempre había algo que esperar del día siguiente.
No tenía que explicarme contigo, porque aunque no lo entendieras del todo, me aceptabas.

¿Cómo no me ibas a gustar?

Te expliqué que no era algo meramente romántico o sexual. Estas cosas nunca lo son. Quería que te quedaras conmigo y en mi vida. Me gustaba tu compañía y tu presencia, me gustaban tus ojos y me gustaba tu risa. Me gustaba que te rieras de mis cosas raras y me gustaba que me pusieras atención.
Me gustaba tu aceptación y me gustaba que te quedaras conmigo hasta de muy madrugada platicando de fantasmas y monstruos.


No dijiste nada. 

Me abrazaste y dijiste que no sería raro ahora que sabías cómo me sentía.


Volvías a desaparecer y aparecer, de manera intermitente y yo te esperaba siempre. 

Perdí mi chamarra favorita en aquél banco por acompañarte. Te seguía a donde fueras. Y te creía cuando decías que me amabas.


Pero luego tu novia me dijo en la cara que me calmara un chingo. 

¿Que me calmara? ¿Con qué? Si yo nunca te insinué nada romántico ni sexual ni tuve la intención de. Nunca te intenté besar, nunca te intenté tocar en contra de tu voluntad. Nunca hice nada que no te pareciera o que fuera invasivo.
Yo sólo quería que me preguntaras cómo estaba y que me miraras a los ojos.


Tu novia me quiso pegar en la cara afuera del cine. Yo me fui apenas se empezó a hacer oscuro. No había manera de convencer a tu pinche novia celópata que entre nosotras no había nada romántico ni sexual. Que no íbamos a coger en los baños de la escuela o que no nos íbamos a besar cuando fuéramos por hamburguesas vegetarianas. 

Ella estaba convencida de que yo era el problema.

"Mariana esto" "Mariana lo otro" "¿Va a ir Mariana?" "No, Mariana no".


La escuchaste. Preferiste hacerla feliz a ella que mantener tu amistad y tus palabras conmigo. 


Me pediste que dejara de etiquetarte en memes o que te pusiera cosas en tu muro. Me pediste que no le dijera a nadie adónde íbamos ni lo que hacíamos. Me preguntabas si alguien sabía lo que yo sentía por ti, lo que había pasado ese diciembre. Ignorabas mis mensajes, no contestabas mis llamadas. Y cuando nos veíamos, no me mirabas a la cara.

Sin embargo, nunca dejaste de tocarme.


Pero entonces yo me di cuenta de que no me tocabas para acariciarme. Me tocabas para agredirme. 

Me golpeabas en los brazos, me golpeabas en las piernas y yo no me había dado cuenta, hasta que una tarde, esperando que me contestaras, llegué a la realización. Entre alcohol y canciones tristes de los Jonas Brothers y Taylor Swift, pude verlo con claridad.

"Pero dice que me ama" discutía conmigo misma cada perra y estúpida noche de ese mes. "Dice que me ama y estuvo ahí cuando falleció mi tío fav, cuando mi bb me rompió el corazón, estuvo ahí cuando perdía amigos, cuando perdía el sueño y cuando tenía que luchar contra viento y marea para escribir porque eso es lo único que disfruto hacer".


Pero te fuiste. Me dejaste antes de que yo pudiera preguntarte por qué.



Cuando nos mudamos de nuestra ciudad por cuestiones de trabajo y encontramos un lugar decente para dormir, enfrente de tus padres y mis padres dijiste que no podías dormir conmigo porque habías hecho una promesa.

"No me puedo quedar contigo. Lo prometí".

¿A quién se lo prometiste?

¿A ella?

¿A ti misma?



Quédate entonces allá.
Y dejamos de hablar y yo me ponía borracha entre semana. Escuchaba tu risa y tus pláticas con tu roomie y yo me mordía los labios con fuerza.

Quería reclamarte. Quería que supieras cómo me sentía.

Y te lo hice saber.



Una noche, cuando tu roomie y la mía salieron de fiesta, me emborraché y fui a tocar a tu puerta. Te pregunté que si podía pasar y dijiste que sí.

Platicamos casi toda la noche y yo te dije al final que quizás no había manera de salvar esto. Quizás estaba condenado desde un inicio.
Te quedaste callada.
Antes de salir, me volví y te dije:

"¿Sabes? Nunca me pediste perdón por haberme lastimado"

"Sí te lo pedí"

"Yo no quiero disculpas que puedo borrar. Nunca me miraste a los ojos, nunca me la pediste, porque por dentro crees que no lo hiciste y sí me heriste".



Rompiste mi corazón y yo esperaba cada semana a que recapacitaras. Extrañaba a mi mejor amiga.
Extrañaba tenerte para contarte todo lo bueno que me estaba pasando, extrañaba que me contaras todo lo bueno que te estaba pasando.
Pero no pasó.
No te importó.


Un día fue tu novia hasta nuestra nueva casa y te esperó afuera. Cuando salí, ella y yo intercambiamos una mirada. Ella se veía muy complacida y yo me veía muy ojerosa y flacucha y triste. 
Que se vaya a la verga, la neta.


Vi que te fuiste con ella.

Dieron las doce y no regresabas. Yo seguía despierta, con las luces apagadas y escuchando a mi roomie respirar. 
Hacía frío y lloviznaba un poco.

Dieron las tres de la madrugada y no regresabas.Yo estaba dando vueltas por la cama, me levanté y me senté en las escaleras.

Dieron las cuatro y media y me metí a dormir. No regresaste esa noche.


Tú muy feliz allá, pasándotela genial, sin mí, sin acordarte de mí, sin pensar ni un momento en mí y yo pasé una noche en vela, en el frío, preocupándome por ti.
¿Cómo regresarías, si en Dolores Hidalgo no hay taxis de noche, ni hay uber ni hay metro ni camión ni pinches nada?
¿Y si te pasaba algo en el camino a casa?






Pero, incluso cuando todavía tu cara aparezca en mi mente cuando escucho canciones tristes, incluso cuando todavía instintivamente estiro la mano a la hora de cruzar la calle para que alguien me tome, incluso cuando todavía sueñe con que regresas, con que te arrepientes y con que valoras nuestra amistad, incluso cuando todavía me emborrache y sueñe con tu risa, cuando cierro los ojos sueño con tu voz y cuando siento que me voy a tardar más de diez años en olvidarte, incluso cuando todavía escribo de ti...


Incluso cuando todavía mis papás preguntan por ti, incluso cuando a todo el mundo a mi alrededor le cuento de ti, entre sombras generales y detalles insignificantes -porque me da un chingo de pena lo pendeja que me vi-, incluso cuando mi bb sabe de ti, incluso cuando me peleé con mis amigos por ti, incluso cuando yo vi que todo lo que pensaba de ti era mentira y era pura ilusión y eran pendejadas con p mayúscula...

incluso cuando por alguna razón sigo creyendo que eres mi mejor amiga, incluso cuando sé que te valgo madre y que sé que no vas a leer esto, y cuando sé que incluso si lo lees no vas a poder contactarme porque yo me aseguré de bloquearte de cada espacio del internet, incluso cuando veo que te cruzas la calle para no toparte conmigo...

Incluso cuando sé todo eso y sé que no me mereces



Incluso cuando quiero que regreses y al mismo tiempo me da miedo de que lo hagas, incluso cuando todo lo que hemos vivido fue muy bonito pero dolió como la puta madre...


Agradezco el tiempo juntas, lo aprecio y lo guardo. Algún día aprenderé eso que tú ya sabes, eso que te mantiene lejos de mí. 


Nunca vas a saber el amor que me costó dejarte ir


Por eso, quédate allá.


Si alguna vez esos "te amo" fueron de verdad, no regreses, por favor.