sábado, 17 de febrero de 2018

El club de los corazones solitarios (Pero no del Sargento Pimiento)

Si sí entendiste la referencia del título, ven, te doy una paletita de sandía. Y si no le entendiste, ven, te voa dar un besito >:3


Estoy consciente de que acabo de escribir sobre las mentiras que nos dijeron a todos sobre el amor y que escribir de algo parecido va a ser súúúúper de hueva, pero créanme, es algo de lo que quisiera hablarles de una manera más personal -o sea, mucho más personal de la que normalmente escribo- sobre algunas cuestiones en concretas, así que si pasaste este San Valentín solitx, y el del año pasado también y el antepasado también, veñ, esto es para ti:



Cuando tenía doce años me "enamoré" por primera vez de un compañero que tenía en mi grupo. Ni siquiera sé cómo se dio, sólo sé que un día amanecí con un sentimiento en mi vientre que escalaba muy rápido y me provocaba de todo. Sentía cosquillas en la barriga, las rodillas me temblaban, las palmas de las manos me sudaban y una sensación de eterna fiebre y color rojizo en mi cuello, mejillas y orejas se apoderaban de mis mañanas y medios días, siempre que el tipo en cuestión me hablara.
Me empecé a preocupar por cosas que en mi vida me habían importado y comencé a temerle a la opinión pública, por lo que intenté guardar mis sentimientos para mí misma...

No por mucho.

Jordan pertenecía a mi círculo de amigos, así que me era relativamente fácil relacionarme con él pero la historia se volvió más complicada que destejer la trenza de Rapunzel. Tenía yo doce años y mis únicas referencias al amor que podía tener eran ciertos aspectos turbios de mi vida pasada y las canciones de High School Musical, por lo que cada vez que lo veía sonreír, o lo escuchaba decir mi nombre o el tocarme, hacía que en automático sonara You Are The Music In Me en mi cabeza.

A él le gustaba mucho mirarme -supongo, porque eso hacía básicamente cada clase que teníamos.- desde su lugar. Él estaba ubicado casi hasta el frente de la clase y yo en el fondo, por lo que él volvía medio torso y me miraba a la cara, sonreía. Y yo me sentía muy feliz por "recibir esa atención". 

Pero como en todo, fui tonta y dejé que muchas personas se involucraran. Al final, él prefirió escuchar lo que sus amigos tenían que decir sobre mí y se alejó. Yo me quedé con el corazón roto, asustada y muy confundida.

Literalmente lloré en los baños de mi escuela, sintiéndome la niña más estúpida del mundo. Me sentía humillada y devastada. Pensé que el amor de mi vida, a quién lo creía él, lo había perdido para siempre. Que jamás volvería a amar, que jamás nadie me querría, nadie volvería a mirarme igual. 

Y me horroricé a tal punto que desarrollé una ansiedad horrible que desató violentos efectos físicos en mi persona.


Tenía trece años cuando me rompieron el corazón, al menos así lo creí y pensé que era el fin del mundo. O al menos mi mundo romántico.


Pero no.

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Dos años más tarde, recibía mensajes de otro de mis compañeros de secundaria para invitarme a verlo jugar fútbol.

Luego de ese fatídico primer "enamoramiento", yo me encerré en una burbuja de desinterés y ansiedad social infinita. Mis padres nos cambiaron a mi hermana y a mí de escuela y en segundo de secundaria entré a un colegio dirigido por un padre católico.

Cuando tenía catorce, quince años, y estaba muy de moda messenger, recibí un mensaje de alguien que no tenía registrado. Cuando se presentó y me di cuenta de que era Omar, un compañero mío de la secundaria, le supliqué que me borrara pero él no me hizo caso. En mi defectuosa imaginación, estaba convencida que él sentía desagrado por mí y pues, a mí en lo personal me valía madres, pero no quería tener problemas también por internet así que le dije que lo más sensato era borrarme. Él dijo que no. Insistió en que no le caía mal e insistió en quedarse en mis contactos.
Una flamita de curiosidad nació en mí y bueno, por más morbo que por otra cosa, lo dejé quedarse.

Platicamos mucho, de muchas cosas. Me aseguró que a él también le gustaba leer -MENTIRA PERO OBVIÉ ESA PARTE-; me llegó a invitar a varios de sus juegos de fútbol, a los que voy a ser sincera, sí fui con la intención de verlo a él pero disfrazaba el asunto al alegar que acompañaba a mi mejor amiga, quién ese momento tenía una "relación" con el mejor amigo de este muchacho, y siempre cargaba un libro para leerlo y no verme muy interesada en él.
Pero en secreto lo miraba de reojo y me daba emoción verlo anotar goles (?
No quería admitirlo, pero comenzaba a sentir algo por él y no porque fuera amable conmigo, sino porque él no me tenía miedo. Él si quería decirme algo me lo decía y si quería pelear conmigo se peleaba conmigo y si quería disculparse lo hacía y todo. Lo único que me detenía eran dos cosas:
1.-Sus amigos
2.- EN LA ESCUELA NO ME DABA LA CARA


Era todo muy wtffffff en la escuela porque apenas y me miraba, según yo. Pero sus amigos sabían porque le hacían burla sobre mí y a mí me valía. O hacía como que me valía. Nunca le pregunté que porqué pasaba eso -y si sí, no me acuerdo de qué me dijo-, así que no me dio buena espina eso de que me estuviera escondiendo o que tuviera intenciones ocultas, por lo que decidí dejar a mis esperanzas e ilusiones con él morir. 
No me servía de nada un muchacho asustado, mentiroso, cobarde, traicionero, doble cara, o lo que sea que haya pasado ahí.

A veces pensaba que sólo estaba jugando conmigo y que sus amigos lo animaban a hacerlo; a veces pensaba que de veras le gustaba. A veces pensaba que quizás yo era la loca que viendo cosas de más pero al final siempre llegaba a la misma conclusión:

No valía la pena preocuparme ni un segundo más por él porque sólo terminaría sintiéndome usada, humillada y destruida.
No quería que me pasara lo mismo que con Jordan, así que me escabullí como pude y bye forever.



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Otra vez, no pasó tanto tiempo -apenas unos meses, yo creo- cuando conocí a otra persona. Mi futuro de preparatoria se tambaleaba con fuerza y cuando por fin logré encontrar una escuela que le gustara a mis padres, lo conocí.
Lo recuerdo bien.

Los dos, él y yo, caminábamos en direcciones diferentes, ambos con nuestras madres. Coincidimos en un punto de la calle, y al verlo a la cara, algo pasó. 
No es que sintiera algo, o que me hubiera enamorado a primera vista.


El color verde en su iris me recordó un poco a aquellos pastizales verdísimos donde corría cuando tenía ocho años y pertenecía al selecto club deportivo Punto Verde. 
Era un color bonito, en realidad. Pero hasta ahí quedó.

Seguimos caminando y cuando me volví para verlo un poco más, vi que él también estaba viéndome.

Tal vez debido a su aspecto, Esaú se volvió muy popular en la preparatoria. Yo no. Yo siempre he sido, soy y seguiré siendo la morra rara que se esconde en los baños de cualquier lugar para evitarse la socialización innecesaria con personas innecesarias.

No me gustaba Esaú, quisiera aclarar. Pero sentía algo raro con él, cuando estaba cerca de él. Tampoco era atracción física.
Sí, me parecía guapo, como cualquier otra persona "agradable" con la que puedo entablar un diálogo de apenas unos minutos.

Era algo más. Algo como química. Pero no química entre los dos... más bien era química de mi propio cuerpo lo que me invitaba a acercarme. Lo que no me asqueaba cuando me tocaba. 

Era guapo, tenía una risa encantadora y no te daba asco que te tocara, ¿entonces por qué no te gustaba, Mariana?

podrán preguntar y yo responderé algo que le dije una vez, hace algunos años, cuando le hablé de este tipo de sentimientos y algo que pareció no agradarle mucho:

No teníamos nada en común. Plus, era homofóbico y pues así cómo, amigos UuUr Cómo raios me iba a involucrar con alguien que pudiera odiar a mi gente, a mÍ MISMA, O SEA JELOU.

E incluso cuando nunca desarrollé sentimientos románticos hacia él, sí llegué a verme afectada por este cambio "hormonal" (? y/o químico. Me afectaba mucho cuando se me acercaba -y es que, no sé si era porque así era él, pero se me acercaba muchísimo para hablarme-, me afectaba cuando me tocaba para pasar, o para según él querer invitarme a bailar. Me afectaba mucho, de muchas maneras, pero ninguna en la que yo deseaba.

Además, su popularidad me intimidaba bastante.

Pero llegué a soñar un chingo con él y no sé por qué. Hasta la fecha, si me pongo a pensar en eso, me sigue dando angustia todos esos sueños. 
Cuando vi sus manos acercarse de manera sigilosa a mi corazón, lo más sensato que me pareció fue tomar mi órgano vital y guardarlo en mi falda. Me levanté y me fui, sin pensarlo dos veces.

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Cuando entré a estudiar la carrera, tuve la mala suerte de toparme con un hombre un poco extraño. Y digo mala suerte porque para mi mala suerte, sí llegó a gustarme poquito -como quince días, tbh-, y por donde se le mirara, estaba lleno de minas a punto de explotar. 
Porque yo tenía diecinueve y él treinta y cuatro años.

Además de que era mi maestro, lmao.


Nunca pasó nada, se los prometo, y justo como las historias que les acabo de contar, las circunstancias, las personas, los sentimientos y las acciones nos impulsan de un lado a otro.
A mí me gustaba poquito, aunque tuviera cara de niño y una voz de niño y todo en él me resultara infantil. No era de inteligencia sobresaliente, sin embargo, había en él un aura calmada y en paz. Me relajaba bastante incluso cuando me ponía nerviosa. Plus, la eterna fantasía de la colegiala enamorada del maestro la encuentro, por muchas razones, excitante y fantástica. Inmoral, peligrosa y escandalosa. Mis ingredientes favoritos PARA VIVIR digo, para escoger de qué manera autodestruirme.

Sin embargo, este hombre me pareció un poco inconsistente. Tenía ciertas actitudes y acciones que me invitaban a levantar las banderas rojas del peligro. Estaba siendo peligroso pero no peligroso tipo "me voy a aprovechar de ti", sino peligroso tipo "te voy a mostrar una parte de mí que hará que jamás te vayas".
Y, oh, oh, ahí venía otra vez mi instinto de salvar a los demás. 
Era un hombre adulto, en un matrimonio infeliz, solitario y con ganas de seguir creciendo. Luego vino el inevitable divorcio y como que él y yo nos hicimos muy amigos. Nunca me insinuó nada, tho. Y si sí lo hizo, pues yo soy muy tonta para darme cuenta porque necesito palabras directas.

En algún momento me detuve en esta montaña rusa de la fantasía y analicé mis opciones: ¿Realmente me estaba gustando o sólo estaba enamorándome de la fantasía de algo prohibido y tan estúpidamente mal retratado en las series de televisión?
No, no me gustaba realmente.

Me gustaba lo que representaba, más no lo que era realmente.

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Por aquellas épocas conocí a mi bb y me enamoré locamente y pues...



Mi punto es, y luego de haberlos traumado con estas verídicas historias de HORROR, que luego de que me rompieran el corazón por primera vez. -Que comienzo a creer que fui yo solita quién se lo rompió por querer meterlo donde obvio no había lugar porque estaba muy chiCO-, pensé que jamás nadie me querría.
Y que yo jamás querría a nadie; que a nadie le gustaría otra vez, que con nadie yo me iba a sentir a gusto...

Y no es cierto.

Luego de Jordan vino Omar y luego Adrián, y luego Esaú, y luego Ale y luego José Luis, y luego Víctor, y luego Ingrid, y luego Karla y luego mi bb...

Y no es que se trate de una sucesión de relaciones fallidas, una tras otra, o de besuqueos o de cosas raras. No. La vida es una cadena de eventos random sobre los cuales no tenemos poder. 

Yo sólo quería escribir esto para recordarles a todos los corazones solitarios que vienen más personas. Si ustedes lo quieren y lo permiten, vendrán más personas.


Se los prometo, yo soy la prueba viviente de que hay amor tras un corazón roto.

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