sábado, 30 de junio de 2018

La inteligencia en los números

Una aclaración antes de iniciar todo este asunto: No estuve la semana pasada y les pido una disculpa. Sí iba a escribir -no tenía un tema pero sí iba a escribir- pero sucedió una situación muy delicada en mi hogar y no tuve cabeza para otra cosa.
Pero gracias a una buena comunicación, tiempo y compasión fraternal se arregló todo -al menos hasta donde yo tengo entendido-.
Todo bien en casa, así que por consiguiente yo también estoy en mis facultades para escribir.


Así que habiendo explicado mis motivos, ahora sí, a lo que vamos:

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Fui una niña problemática desde preescolar. Lo cierto es que yo no tengo otros recuerdos además de los juegos que jugaba con mis compañeros, los nombres de dos maestras y ciertos festivales y competencias deportivas. Dentro del salón de clases, poco es lo que puedo evocar pero es algo que a mi mamá le gusta mucho recordarme.
Aprendí a leer en segundo de preescolar pero en el tercer año me cambiaron de escuela y por alguna razón, la maestra encargada de mi grupo ignoraba eso de mí.

La maestra me daba los mismos trabajos que mis compañeros y yo, avanzada y precoz, los terminaba muy rápido. ¿Y qué era lo que me ponía hacer entonces? Molestaba a mis compañeros. Les hacía maldades, los distraía. La maestra estaba muy desesperada, entonces me mandaba al rincón de lectura y yo tomaba los libros que quería, me sentaba y me ponía a leer.

Luego de un tiempo la maestra se percató de que me quedaba un rato viendo la misma hoja y ella pensaba que me llamaba mucho la atención las imágenes. Le comentó eso a mi mamá y ella contestó con un muy natural:

-¡Ah! Es que Mariana ya sabe leer-
-¿Ya sabe leer?-
-Sí, aprendió el año pasado y le gusta mucho... Si se pone a molestar a los niños, dele un libro- esa fue la recomendación que le hizo mi mamá para mantenerme calmada.

La maestra entonces así lo hizo y descubrió -y de paso, yo también- la manera de mantenerme lo suficientemente ocupada para no hacer desastres. Leyendo.
Desde entonces he mantenido el hábito de leer y aunque la demás gente parece simplemente obviar el motivo "porque me gusta", también se debe a que leer hace que encauce mi energía en cosas no tan autodestructivas.

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Crecí y pasé mi educación básica de manera "adecuada". Dentro del estándar. Nunca tuve las mejores calificaciones, nunca pertenecí a la escolta. Nunca participé en los concursos de literatura, nunca participé en actividades individuales de concurso. 
Estuve en equipos deportivos -como de fútbol en la primaria y luego estuve en la selección de básquetbol de mi secundaria-, el maestro de inglés de mi secundaria me ponía a ayudarle a revisar la tarea de mis compañeros y las clases de química eran una delicia para mí.

En la preparatoria fue casi igual. Nunca reprobé ninguna materia -porque soy demasiado nerviosa- y tampoco tuve el mejor promedio de la generación. Exentaba exámenes y recibía diferentes comentarios: Mi maestro de español estaba muy complacido de que tuviera una ortografía "casi" perfecta a la edad de quince años, incluso con lecciones que él todavía no nos había enseñado y mi maestro de inglés me regresaba los trabajos y tareas porque me decía "esa palabra, esa lección no se las he dado todavía". 
Mientras algunos me aplaudían mi premura intelectual, otros me la recriminaban. Sin embargo, nunca fue algo que me preocupara en exceso. Yo hacía lo mejor que podía para encajar y no destacar tanto de entre mis compañeros...

Pero para mi desgracia, siempre desentoné.

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Me desesperaba un montón cuando me encomendaban trabajos en equipo porque era tener que seguirles su paso. Y su paso era extenuante, ridículo y muy lento. Excesivamente lento. Perdía la paciencia desde que estaba en primaria y mi mamá empezó a notar eso y me pedía que fuera paciente.

"No todos son como tú. Sé paciente" me insistía. 

La escuchaba y decía que sí, pero lo volvía a hacer. No era paciente y me desesperaba que mis compañeros no captaran a la primera explicación y me desesperaba que para que vieran lo que yo veía tenían que tomarse más tiempo. En verdad. Me era muy difícil encajar en trabajos en equipo. 

Durante toda mi vida académica mi mamá me repitió eso. "No todos son como tú. Sé paciente". 

Desentonaba porque, mientras mis compañeros eran alegres, ruidosos, supérfluos y extrovertidos, yo era introvertida. Soy muy introvertida y también soy calmada y muchas veces prefiero pasar desapercibida y estar en silencio.
Mientras mis compañeros se emborrachaban e iban a fiestas, yo me escondía en los baños para leer el libro que tuviera en mi bolso o el PDF en mi celular.
Mientras los demás hacían su vida, o lo que fuera, yo estaba determinada a hacer un montón de cosas:

Y leía un montón y escribía un montón. Dibujaba mucho y aprendía muchas canciones, en diversos idiomas. Investigaba cosas que me llamaban la atención, en mis enciclopedias o en internet y pasaba mucho tiempo haciéndome preguntas. Leía el periódico y me angustiaba y cuando quería hablar con alguien sobre esos temas, no había nadie.

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Siempre me sentí muy diferente y la verdad es que eso me entristeció mucho. Me hizo acostumbrarme de alguna manera a estar sola y ahora me es difícil quitarme esa sensación incluso cuando estoy con mis amigos, mis amantes o mi familia. 
Incluso conmigo misma.


Así que cuando a los 17 años una psicóloga me hizo una evaluación para medir mi Coeficiente Intelectual y resulté con 125 -que es por encima del promedio-, fue como algo lógico.

No me emocioné y tampoco me espanté. Fue más bien como un "Ah, ahora todo tiene sentido".

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No le dije a nadie, nunca se lo he dicho a alguien. No con tantas palabras. Sé que suelo decir que soy la persona más inteligente que muchas personas conocen -porque es cierto-, pero jamás he hablado de mi C. I.




Quizás en este punto se estén preguntando cómo es que nunca utilicé eso para salirme con la mía. O para presumir o para no sé qué otra motivación alguien podría tener para decir su C.I.

No lo hice porque me avergonzaba mucho de mí misma. Nunca he entrado en el estereotipo de persona "súper inteligente" porque quizás nunca me sentí súper inteligente. Comparándome con los demás, bueno, por supuesto que lo soy, pero ¿dentro de mis estándares? No. De veras que no. 

Siempre procuré que todo en mi entorno fuera normal, lo más normal que pudiera ser para no llamar la atención y no tener que estar contestando preguntas imbéciles o perdiendo mi tiempo. 

De por sí la gente me miraba raro, ¿se imaginan qué si hubiera pasado si cuando era niña los demás se hubieran enterado de eso? Me habrían tratado con más artificialidad con la que me trataban ya.



Quizás por no entrar en los estereotipos de persona súper inteligente: Ya saben, tener siempre 10, participar siempre en clase, estar en la escolta, participar en concursos de declamación, debate o whatever, ser la número uno y estar bajo el reflector siempre, tomar siempre muy buenas decisiones, siempre estar de buen humor y ser sana mentalmente, nunca me consideré como tal.


Por el contrario.

Mis calificaciones nunca fueron las mejores pero eran buenas. Yo nunca quise esforzarme en nada porque la escuela me parecía aburrida desde preescolar hasta la carrera en su totalidad, así que hacía lo mínimo para pasar con algo más o menos decente. 
Nunca quise participar en situaciones públicas de poemas, escolta, y concursos, porque la atención desmedida y el reflector me causan mucho pánico escénico. 
No tomo muy buenas decisiones -de hecho, creo que de plano sí tomo algunas muy pinches-
No siempre estoy de buen humor. Me estoy riendo siempre pero no significa que esté de buen humor.

Y no estoy sana mentalmente.

Soy pansexual, y tomo -quizás- demasiado alcohol, me autodestruyo más de lo conveniente y no tengo muy buena autoestima. Me involucro en relaciones medio tóxicas y después yo termino convirtiéndome en una persona tóxica. Soy demasiado sensible, y también al mismo tiempo soy demasiado racional. No sé llorar y no conozco otra manera de expresar mis emociones además de escribir o golpear paredes. 
Soy vegetariana desde hace seis años y lloro cuando leo el periódico y lloro cuando le doy dinero a la gente pobre en la calle y básicamente lloro con cualquier situación angustiante del mundo porque no sé llorar por mis propios sentimientos.

Soy muy imprudente y muy impaciente y no quiero ni tengo tolerancia con la gente estúpida.

Hago el mínimo esfuerzo, me desvelo un montón y leo mucho más de lo que podría ser recomendable.

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Quizás por eso jamás lo dije. Porque si nadie podía notarlo, así yo no me vería en la necesidad de mantener una imagen que no es mía.

Me he topado con gente que me sobreestima y cree que soy perfecta. 
No lo soy. Disto mucho de eso.


Jamás se lo conté a nadie. Cuando me dieron los resultados, le imploré a la psicóloga que no le dijera a nadie de mi familia. Ella no entendía porqué yo no quería pero respetó mi decisión.
Me lo guardé y seguí como si nada.



No quería que nadie supiera porque pensé que sería otra brecha más en mi unión con los demás. 
De por sí no encajaba antes, ahora que todos supieran que soy más inteligente que el promedio, no iba a encajar más.

Siempre deseé tener un grupo donde poder encajar y ser yo misma y que hubiera otras personas como yo. Siempre estuve buscando a alguien como yo, amigos como yo, parejas como yo... y no los encontraba. Me quejaba amargamente porque perdía la esperanza de un día poder conocer a otra Mariana o Mariano. 

Pero ahora, con el tiempo, pude entender que ser algo distinto a los demás no me aleja de ellos. Me une a otro grupo de personas y yo no soy sólo una cosa. Yo no soy sólo un coeficiente intelectual, soy también mi sexualidad y mi ideología, soy mi creencia y soy mis planes y mis sueños.

Soy todo.

Así que encajo en todos lados porque lo soy todo.


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Estoy aprendiendo a dejar de rechazarme y dejar de tenerme miedo. 

¿Por qué ideo las cosas diferente?
¿Por qué aprendo demasiado rápido?
¿Por qué no puedo elegir un género para intimar?
¿Por qué me duele mi corazón cuando pienso en el sufrimiento de los demás, aún cuando yo no puedo hacer gran cosa por ellos?
¿Por qué me angustio tanto?
¿Por qué quiero saberlo todo?
¿Por qué me estoy haciendo preguntas todo el tiempo?
¿Por qué veo fantasmas y cosas raras dentro y fuera de mi cabeza?
¿Por qué no puedo sentir como los demás y dejarme de tonterías?
¿Por qué si soy tan inteligente y tan hábil no tengo buena autoestima y al mismo tiempo soy tan arrogante que no dejo que mi autoestima y vanidad dependa de los demás?
¿Por qué si soy tan sana físicamente estoy tan arruinada mentalmente?
¿POR QUÉ SIEMPRE TENGO QUE ESTAR TENIENDO SUEÑOS RAROS ALV?
¿Por qué?

Porque no y ya, Mariana. Porque sí y ya.


No hay más razones.


Así que supongo que lo que quiero decir es que la inteligencia no se mide en los números. O sí. Pero números abstractos a lo largo de la vida.

De cuántos corazones rotos saliste con vida
De cuántas personas fueron felices contigo
De cuántos sueños lograste realizar, pequeños o grandes
De cuántas películas viste, de cuántos abrazos diste, de cuántas canciones cantaste


De cuántas vidas tocaste.



Yo digo que es eso.


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