domingo, 23 de septiembre de 2018

Empezar otra vez

Mi vida estuvo en su lugar como por tres horas y luego, como es costumbre, todo se fue a la mierda. He estado pasando por unos episodios de ansiedad súper cabrones y es momento que no sé cómo lidiar con mis emociones y pensamientos, así que busco perder un rato la consciencia y me despierto pasadas las once de la mañana y me emborracho y salgo a mojarme con la lluvia.

Me siento devastada; tengo pesadillas casi diario, vuelvo a caer en ese horrible hábito de alterarme por cualquier cosita que se sale de mi control y la sensación de ahogamiento aparece cada vez que algo se siente ligeramente similar al pasado. Cierro los ojos y todo regresa, ese dolor abrumador que se posa sobre mí y me aplasta. Se está cayendo el cielo sobre mí y yo no puedo moverme.

Saben que me reconcilié con mi mejor amiga hace una semana y creo que saben porqué nos separamos casi un año. Estoy segura que el amor que siento por ella desde que empecé a sentirlo no ha disminuido ni un milímetro, ni siquiera luego de todo este tiempo y todo lo que hemos pasado y por momentos estoy segura que todo se irá a la mierda de nuevo y yo no voy a poder a hacer nada. No quiero que sufra por mi causa, no otra vez, y aunque ella me asegure que nada igual sucederá, yo no puedo prometerle que no me iré.

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Saben lo que había pasado con la que era mi amiga, Monse, y que me dejó de hablar. Hace algunos días me escribió por twitter y fue bonito saber que aún sigue leyendo este desarmado blog, y creo que no era consciente de lo mucho que la extrañaba hasta que platicamos ese día. No puedo evitar sentir que en cualquier momento en que decida confiar en ella, me iré como hielo en cuba de whisky y será mi fin, porque ya rompió mi corazón una vez, las segundas veces no son nada. ¿Estoy lista para volver a pasar por algo así? No, y ni siquiera quiero hacerlo, pero también negarme a la oportunidad de crecer como persona y tener las amigas que yo quiero tener es muy tonto.



Hace unos días me encontré leyendo la conversación de whatsapp que tenía con mi amiga Paula y cómo en mayo le estuve mandando mensajes suplicándome que no me dejara.
Y aún así lo hizo.
Se fue, no se despidió, o quizás sí lo hizo y yo no me di cuenta. No estoy enojada con ella, no puedo estarlo por más que busco razones para molestarme, pero el amor que siente mi corazón por ella me dobla y me hace pensar que no era feliz y estaba sufriendo aquí y yo no podía hacer nada. Así que no la odio por haberse matado, no la odio por haberme dejado.
La entiendo, y aunque todas las noches me voy a la cama deseando recibir un mensaje de ella diciéndome que todo fue un malentendido, entiendo por qué se fue. Quisiera que me hubiera llevado con ella, pero está bien.



Qué difícil es empezar otra vez.

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Salgo con A y sonrío y me siento contenta. Disfruto el tiempo que pasamos juntos y revivo en los espacios privados de mi vacío nuestras caricias y los abrazos, tomar su mano y el calor y su rico olor a bbcito gggg.
Y me siento tranquila con él, aunque a veces me desespere un montón. Es algo con lo que estoy aprendiendo a lidiar.

Me desespera y mi primer impulso es mandarlo alv. ¿Por qué? Porque sí, porque no quiero esperar a que me rompa el corazón luego de cuatro años amándolo y todo se acabe así porque sí. Pero luego luego me pongo el freno de mano y pienso: LMAO A NO ME HA HECHO NADA, LITERALMENTE NO ME HA HECHO NADA PARA QUE YO ME PONGA ASÍ Y SIN EMBARGO YO SIGO REACCIONANDO ASÍ.

No me ha hecho nada, ni siquiera tengo una buena razón para desconfiar de él. Vamos bien, nos vamos conociendo y acoplando y entendiendo y respetando y todo eso.

Dice él que no se irá de mi vida, que siempre querrá hablar conmigo y yo ya le dije muchas veces que no le creo, que no me puede hacer promesas porque nadie puede saber qué pasará.

-Yo sí- dice él, muy seguro de lo que dice.
-Pues no-
-Pues yo sí-
-Pues no-
-Que sí-

Se nos va el tiempo discutiendo así, ya sea en los columpios tomando fourloko, mientras vamos en su camioneta escuchando canciones de Calle 13, o simplemente cuando vamos caminando de la mano.


La oscuridad sigue aquí.
Mi corazón roto sigue latiendo y sigue raspándome por dentro y el miedo no se va.


Qué difícil es empezar otra vez cuando tienes que hacerlo desde las cenizas.

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Saben que ya no pienso en Diego Ernesto de la misma manera que hace unos meses; no sueño con él, borré casi todo lo que me ataba a él de mi teléfono, y saben que incluso puedo cantar las mismas canciones que canté alguna vez con él.

Pero vaya, no puedo evitar pensar que el rompimiento me dejó más rota de lo que esperé y es que ahora tengo problemas para confiar en los demás. Se atrofiaron mis ya de por sí jodidas habilidades para la comunicación y ahora la angustia me sigue a donde sea.

¿Si digo X cosa, A creerá que estoy siendo muy intensa? ¿Si reacciono así, pensará que estoy de dramática? Quizás sí estoy exagerando...

Perderle el valor a mis emociones porque por mucho tiempo me hicieron creer que sólo quería llamar la atención, que en realidad estaba bien y sólo era mi paranoia, que todo estaba en su lugar cuando era evidente que yo sentía otra cosa es difícil de olvidar.

Intento llevármelo tranquilo y siempre soy honesta, procuro formular lo que quiero decir en mi cabeza para ordenarlo y que todo salga lo mejor, lo más comprensible, lo más entendible y lo más racional.

A veces no me sale.

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Qué difícil es creerle a alguien cuando te abraza y te dice que no se irá de tu vida porque sabes que todo el mundo se va, eventualmente.



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