domingo, 25 de noviembre de 2018

Lo que aprendes de los malos amigos

Hace unos días, me encontré a mí misma leyendo mi blog de los últimos meses hasta que me dieron las tres y media de la madrugada. No sé por qué. Releo mucho lo que escribo porque así encuentro muchos errores, que quizás en el momento no corrijo, pero que me ayudan a no cometerlos después. También, me gusta ver cómo han cambiado las cosas en mi vida.

Leer lo que escribía antes y compararlo a lo que vivo el día de hoy: Lo mucho que me estresaba el trabajo, y la angustia apabullante que me ahogaba cada noche porque vivía con alguien que me había hecho mucho daño y a quién yo amaba un montón. Leer lo mucho que me emborrachaba, por las razones incorrectas (Aún intento ver si existe alguna razón coherente para emborracharse tanto), la necesidad que sentía de tomar alcohol para poder dormir bien y que si bien, mi consumo no ha disminuido tanto como una desearía, por lo menos ya no lo ocupo en las noches. 
Leer lo muy feliz que estaba con el mimors, y luego nuestra separación. Leer lo que viví y sentí y pensé en esos meses de silencio y compararlo con el día de hoy. Pensar en cómo a pesar de eso lo sigo amando y él me sigue amando y seguimos aquí, a pesar de todo.

Leer los amigos que había hecho en el año, los que me habían descubierto, los que había conocido por otros. Leer lo que pensaba de ellos, lo mucho que significaban para mí y que ahora pienso que si me los encuentro seguro serían extraños. 
Amigos que quisieron conocerme, quisieron quererme y al final me lastimaron, de alguna u otra manera.


Pienso mucho en eso.


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No he tenido muchas ganas de escribir de ello, porque la verdad sea dicha, me agüito mucho. Volteo hacia atrás y si bien, no me "arrepiento", lo que sí siento es algo de confusión y vergüenza dentro de mi corazón.
¿Por qué nunca aprendo? 





Créanme, tengo un largo historial de amigos terribles. Desde lo más superficial y básico, amigos que hablaron mal de mí, que se burlaban de mí a mis espaldas, hasta lo más complejo, amigos que me agredían de manera sexual y/o emocional.
Amigos que decían quererme por lo que soy pero apenas les era un inconveniente, me pedían que cambiara, que dejara de ser lo que soy.





Yo sé que disto mucho de ser la amiga perfecta. Yo sé que a veces es muy complejo convivir conmigo, yo sé el gran reto que represento. Sé que soy diferente y sé que no me explico bien, que a veces ni yo misma sé lo que estoy diciendo o haciendo o a qué vengo. 
Yo lo sé.
Sé lo dependiente que puedo ser, sé lo necesitada de atención, sé lo egocéntrica y difícil que soy.

Estoy consciente de mis defectos y limitaciones y todo eso.

Pero, si algo les puedo entregar al cien de mí, es la honestidad. Y es lo único que pido a cambio. Que sean pinches honestos conmigo y lo cierto es que rara es la persona que lo es, que decide corresponderme en eso.


Me siento muy vulnerada por ser honesta con ellos y que ellos no lo sean, porque quieren tomar ventaja de mí.

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Y me mienten en la cara, porque esconder las intenciones es mENTIR.

Me mienten y creen que pueden verme la cara de tonta. Que van a salir con ese hombre divorciado de treinta y cinco años que me interesaba cuando estudiaba, que lo harán las veces que quieran y que después pueden venirme a dar sus excusas, como si yo tuviera alguna obligación de creerlas. Como si supieran que me voy a aferrar a la primera prueba de bondad y humanidad que me presenten.

Como si mi amistad valiera eso, una aventura con un hombre.

Creen que pueden usarme a mí como escalón para llegar a la popularidad. Que los chismes que riegan a mi espalda les dará credibilidad, hará que otros quieran oírlos porque ¿Qué otra cosa es más fascinante que escuchar chismes de las vidas ajenas? ¿De la vida de la morra rara que se queda sentada en un rincón del patio de la prepa leyendo algún libro sin dibujos?

Como si mi amistad valiera eso, un chisme para aumentar su fama.

Creen que está bien ponerme las manos encima, querer subirme la falda, forcejear conmigo porque quieren meter las manos bajo mi blusa. Como si sus impulsos, sus deseos, sus ganas de hacerme daño estuvieran justificadas por el exceso del alcohol, como si pudieran escudarse en mis sentimientos hacia ellos de años atrás. Porque saben que estamos en una fiesta, con amigos en común, y saben que están a salvo. Y yo no estoy a salvo, porque nadie lo cree. Nadie cree lo que está viendo frente a ellos: Nadie cree que el amigo homosexual quiere tocar sexualmente a la amiga.

Como si mi amistad valiera eso, un "te perdono porque estabas borracho".


Acercarse a mí porque soy novia de X, Y o Z, porque quieres ver quién soy, cómo soy, y por qué soy novia de alguien. No porque quieres conocerme a mí, sino porque quieres saber qué está pasando. Es fácil de adivinar en qué va a acabar esto, sobre todo cuando admites la responsabilidad de tus sentimientos. Pero te creí cuando dijiste que me querías mucho, cuando me abrazabas con fuerza. Supongo que algo igual no estaba bien, porque me hacías sentir culpable de mis necesidades, mis pensamientos, lo que soy yo. Por el bien de esto preferí regresar al silencio, quedarme callada, ya sabes, "actuar como adulto" porque soy adulta y no está bien necesitar ayuda, ¿Verdad? Quizás si me dedicara más a ir a rehabilitación y así, en vez de quejarme, algo mejoraría. Quizás sería mejor si simplemente me cortara el cuello con el cuchillo más grueso de mi cocina, en vez de sólo lloriquear. Quizás sería mejor para ti, y para mí y para todos.

Como si mi amistad valiera eso, el morbo de mis relaciones, el morbo de mi muerte, el morbo de lo que hago, y con quién lo hago y el morbo de lo que siento en realidad.

Subirse a mi cama para intentar besarme, intentar convencerme de dejar que me toques, porque a final de cuentas no importa quién está en medio de la cama y de nosotros. No importa en qué lugar esté yo, qué tan roto está mi corazón, que tan triste me siento y que tan desesperada me encuentro como para aceptar la primera mano que me ofrezca una ruta de escape.
No importa quién seas tú, quién sea yo, quién sea ella, quién sea él. Qué ciudad es esta, qué condiciones son estas, qué mes es.


No importa.

Como si mi amistad valiera eso, un revolcón y ya.

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Y yo lo único que quiero es que sean honestos conmigo. Porque ni los perdono porque no me lo han pedido, y tampoco los olvido porque no se han ido.
Hasta para eso hay que ser tan hijos del patriarcado, fíjense. Y pienso mucho en ello porque me acuerdo de mi amiga Paula, que se suicidó en abril, y me acuerdo de Karli, que estuvimos separadas un año por culpa de terceros, y me acuerdo de Fany y de Yazmin y de Jazmin y de Diego y de Ángel y de Diian y de Memo y de Roberto y de Dani y de todos los que alguna vez han sido mis amigos.
Pienso en Dianita, en Carlos y en José. Pienso en Diego Farrel y también pienso en Ingrid. Pienso mucho en Marian también.

Pienso en el mimors.

Pienso en lo que viví hace unos meses, en lo que sentía en ese entonces, cuando no sabía bien de qué iba todo este asunto. Pienso en los diez años que llevo conociendo a todas estas personas, que han querido quedarse conmigo.



 Pienso en los malos amigos y siento que se me desinfla el corazón, de puro desencanto y decepción. ¿Soy muy ingenua? ¿Estoy tan desesperada por hallarle el lado bueno a todos porque estoy horrorizada de la situación actual del mundo?

Pero algo que puedo asegurar es que los malos amigos me han enseñado a reconocer a los buenos, a saber valorarlos, y también que no porque alguien diga tener buenas intenciones conmigo lo hace verdad.
Pienso en lo mucho que he llorado por todo esto y también me doy cuenta de lo mucho que he crecido.


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Pero aprender a putazos no está padre. No lo hagan. No sean malos amigos.

Ojalá fueran lo suficientemente buenos maestros como para enseñar sin herir.




sábado, 17 de noviembre de 2018

s-e-x-o

Ya había escrito sobre la primera vez que me masturbé y cómo había sido esa experiencia para mí, en caso de que lo hayan olvidado, aquí les dejo el link ---> Mi primer orgasmo, pero una cosa es la masturbación y otra cosa muy diferente es el tema de hoy: El sexo, hacer el amor, coger, tener relaciones sexuales, acostarse con alguien, echar un polvo, el "tango del diablo", como sea que le digan, la situación es la misma. 


Ya tenía tiempo queriendo hablar de este tema pero no me animaba del todo. No sabía qué decir porque aún no me siento con una opinión firme, pero lo que me motivó un poco tuvo que ver con el hecho de que, durante una comida con una de mis mejores amigas, ella me preguntó sobre sexo. Estábamos comiendo y cuando me hizo la pregunta como tal, sentí que se me iba la comida por otro lado. Tosí y no sé de qué color me puse, porque ella inmediatamente dijo:

-Yo sé que no... no lo has hecho, pero...-


Su duda como tal no recaía en el acto en cuestión, sino en los métodos anticonceptivos. Más o menos tengo una idea pero tampoco es como que esté súper informada y actualizada porque, bueno, soy "virgen" y soy pansexual. Le dije todo lo que sabía, le pedí que siempre se cuidara y que se hiciera revisiones con regularidad. Fue lo único que se me ocurrió decirle. De regreso a mi casa me cuestioné, por segunda vez en mi vida, el tema sobre el sexo.

Eran inicios de octubre y yo estaba con el corazón hecho pedazos. La única vez que me lo planteé con seriedad fue cuando, a los dieciocho años, llegué a la conclusión de que quería "perder la virginidad" con una mujer.

Pero, 1- la virginidad es un constructo social diseñado para limitar la vida de la mujer, y 2, la elección del género con quién quería intimar -que normalmente es nula, no siento inclinación hacia ningún género, sexo, orientación o lo que sea- se debía a mi reforzada interpretación de que el sexo con hombres o con personas con pene, duele cuando tienes vulva. 

Bastante prejuicioso de mi parte, incluso para tener dieciocho años y haber sido criada en una familia católica y panista además.







No funciono como los demás, como la norma lo indica. Lo sé, estoy consciente desde que era muy joven y lo fui interiorizando con el pasar del tiempo porque lo que veía en la televisión, lo que oía en la música, lo que leía en los libros, lo que me enseñaban en la escuela y lo que me decían las personas a mi alrededor no encajaba con mi realidad.

En primera, a mí no me podía gustar alguien de sólo verlo. Hasta la fecha es una facultad que no poseo. Nunca he vivido algo así como "el amor a primera vista", nunca he podido sentir una conexión tan rápida, tan profunda, con el roce de mis dedos o una mirada. 

No sentía agrado ni simpatía ni ganas de conocer a alguien sólo por verlo. Nunca he podido querer a alguien bajo esas circunstancias y sin embargo, me bombardeaban con la idea de que así era el amor. Que el amor "entra" por los ojos. 

Comencé a pensar que quizás mis ojos no servían. O era mi corazón el descompuesto.

También estaba el asunto HETERONORMADO. Que yo, como niña, sólo debía sentir atracción por niños. Nel. No en mi caso. Yo podía y puedo sentir atracción hacia hombres, mujeres, no binarios, genderqueer y todos los géneros existentes. Mi orientación no se basa en cuestiones banales como lo que tenemos entre las piernas o cómo te presentas con el mundo. Chistoso. Una vez que descubrí que era pansexual, y no sólo "otra queer" más, entendí por qué me costaba tanto trabajo desear a alguien que veía en la calle.

El deseo sexual que siento va más allá de la forma física.


Qué poético y tormentoso suena.


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Está el asunto de mi lentitud, porque no sólo llegué tarde a mi graduación de la secundaria, sino que también al despertar sexual.
Recuerdo a mis compañeros de tercero de secundaria luchar con sus erecciones espontáneas, el porno en sus teléfonos que se intercambiaban por infrarrojo (pinche oso) y las hormonas volando en el aire. Ni siquiera cuando por aquel entonces tenía yo un noviecito -al que terminé porque ño me gustó al final :c-, ni siquiera cuando tenía algunas ondas eléctricas, románticas y de desafío con uno de mis compañeros de tercero de secundaria.

Nada de eso fue suficiente como para arrastrarme al mundo incierto del sexo.


La prepa debió haber sido un escalón en el mundo adulto. Más o menos ya me había acostumbrado a mi periodo menstrual -nunca te terminas de acostumbrar a esa chingadera tbh-, más o menos sabía de qué iba el asunto.
Me sentía más cómoda con mi cuerpo, me sentía más cómoda usando ropa ajustada, mini faldas y todo eso. Me sentía más firme a la hora de pedirle a los hombres a mi alrededor que me miraran a la cara cuando me hablaban.
Ni siquiera cuando por un tiempo también tuve un noviecito -de hecho, era el mismo que de la secundariaUNSALUDOADRIÁNSILEESESTOSORRY-, ni siquiera cuando era más fácil estar sola porque ya me movía con más independencia que antes, ni siquiera cuando llegué a tener ondas extrañas con un chico de mi generación.

Tampoco eso fue suficiente como para abrir alborotarme las hormonas.

Me gustaba que este chico me tocara pero apenas abría la boca y soltaba sus comentarios homofóbicos o sobre lo grandioso que es Vargas Llosa como escritor, me daban ganas de meterle dos calcetines a la boca y se iba el encanto.




No podía ser sólo así, ¿Cierto? Debía ser más grande todo este asunto del sexo. Mi cuerpo debía funcionar bien, debía sentirme atraída hacia las personas y lo intenté y fallé miserablemente. Nadie me convencía, nadie me gustaba. Me daba repelús cuando me tocaban y a diferencia de mucha gente de mi edad con la que interactuaba todos los días, sentía que veía las cosas diferentes.

"Quizás soy asexual" me dije a mí misma. Quiero decir, me había enamorado una vez, cuando tenía trece años pero no había sentido deseo sexual. Había tenido novios, había salido con chicas y nada.

N A D A

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Por eso, cuando cumplí dieciocho años, me dije a mí misma que mi primer encuentro sexual sería con una mujer.

Porque, independientemente de mi deseo, mi enamoramiento y mis ilusiones, yo SÍ tendría relaciones sexuales con alguien más, nomás por curiosidad. 
La idea de involucrarme con una mujer surgió porque pensé me sentiría más cómoda. Las mujeres tendemos a la compasión y la paciencia y mi idealizado concepto de una amante me daba la seguridad que requería para desvestirme en frente de alguien.


Luego tuve novia y poquito después me mandó al diablo. No se cumplió mi deseo, pero no desistí...


Hasta que me enamoré


DE UN HOMBRE CISGÉNERO.



La cosa cambió, por mucho.

Sentía/siento bien diferente con él, a como lo viví anteriormente. Con poco, con sus palabras, con su mera voz podía mover mucho dentro de mí. Quizás porque con él es como si mis emociones fueran bombas de tiempo, y cual sea que él elija prender, explotan dentro de mí.
Entonces puso sus manos sobre mí y todo tuvo sentido, y todo cayó en su lugar. Fue un "Ah, ya veo", una realización, porque con su caricia no sentí intimidación ni miedo. Fue algo más bien cálido, calmado, pacífico, dulce...

Hasta que llegué al baño, me bajé el pantalón, vi mi ropa interior mojada y pensé: MMMMM INTERESANTE EFECTO.

No me había pasado desde que me habían pagado mi aguinaldo. Nunca subestimen lo mucho que me gusta gastar MI dinero en cosas innecesarias.


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No recuerdo a alguien de mi pasado que haya tenido el mismo efecto en mí, por más que lo quiero pensar.

Pasó, sin embargo, que cuando estudiaba la carrera y me enamoré -lol- de mi mejor amiga de entonces también me sucedió, pero fue una situación diferente porque ella tenía/tiene novia y como yo le daba miedo y nunca se quiso animar conmigo, no hacía mucho por tocarme y así. Pero en fin.



Sé que en parte se debe al enamoramiento y al amor enorme que le tenía/tengo a él porque yo no me enamoro a menos que pueda confiar en esa persona.

La confianza entonces es un terreno sólido en donde construir mis deseos sexuales.

Y aún así, la idea me aterroriza, porque más que todos mis complejos corporales y mentales -que si mi altura, que si mi peso, que si mis pecas, que si mis pelos, que si mi olor, que si mis estrías, que si mi calor, que si mi ritmo, que si mi habilidad, que si mis manos, que si mi cabello, que si mi salud mental toda destruida, que si mi dependencia emocional, que si mi insistente deseo de aislamiento, que si mi miedo a quedarme sola, que si mi baja autoestima, que si mi ego de acero, etcétera etcétera-, la cuestión es esta:

El control.

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Estoy consciente de que no tengo mucho control sobre mí misma: Mi mente hace lo que se le da su chingada gana y mi corazón es terco como la puta madre.

Lo poco que puedo controlar de mí es mi cuerpo.

¿Y debería cederle el control del mismo a alguien más por diez, quince minutos?


O SEA, ES NECESARIO???????????????



Sí.


El sexo es sobre control, sobre ritmo, sobre acoplarse. Sobre conocer a alguien. Sobre dejarse conocer.


Yo a veces duermo con mi Winnie Pooh cuando tengo miedo de la noche, ¿ESTOY PREPARADA PARA VIVIR ALGO ASÍ?


Probablemente no, pero sí lo haré, porque la curiosidad me puede más y el cuerpo lo pide.

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A veces estoy convencida de que si empiezo mi vida sexual podré canalizar mejor mis malas vibras y seré una bruja más feliz.

No sé. ¿Ustedes qué piensan?



Cuando lo haya vivido, voa escribir sobre ello.
O no. 




sábado, 10 de noviembre de 2018

Cosas malas que parecen buenas

Estoy de muy mal humor.

O sea, acabo de regresar de salir con uno de mis amiguitos fav y pues debería estar contenta. Estoy satisfecha, la verdad, de las horas que me dio su atención. Fuimos al cine, luego a cenar y al finalizar me regaló un libro porque cree que necesito "distraerme" de tanto viaje a la autodestrucción. Se lo agradezco desde el fondo de mi alma, a veces sólo necesito un subway, café moca y quejarme dos horas seguidas para sentirme más "yo".

Aún así, me siento de mal humor.

Estoy molesta, muy molesta, desilusionada, y confundida.



PERO ES MI CULPA, ES LO QUE MÁS ME EMPERRA.


Soy una tonta, con T mayúscula. NUNCA APRENDO. ¿POR QUÉ ME CUESTA TANTO APRENDER DE LAS PERSONAS? Diosita santa, no tengo paciencia ni ganas de victimizarme pero rayos, sí que me siento ofendida.



Ella y yo anduvimos, por allá del 2013, creo. O algo así. No me acuerdo bien, pero ya tiene años, siglos, vidas incluso, de eso.
Ella me encontró, ella se enamoró de mí, ella me pidió que fuera su novia y ella me mandó al cuerno. Porque así es ella. Impetuosa, directa y decidida. Siempre admiré su seguridad, siempre sabía lo que quería: Con su vida, con sus padres, con sus amigos, con sus novias.

Conmigo, no tanto.

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Nunca me quedó claro del todo su trato hacia mí.

Me conoció cuando ella tenía novia y se enamoró de mí cuando tenía novia. Fue una situación incómoda para mí porque me sentía mal, como si estuviera haciendo algo malo, cuando al final de cuentas yo no hacía nada más que ser yo.

Dejó a su novia, luego anduvo conmigo y después rompió conmigo. La sorpresa y el dolor de su decisión no se hicieron llegar y yo le pedí tiempo. Le dije que no quería saber de ella y ella, con sabrá Diosita qué intenciones escondidas, me pidió que siguiéramos en contacto. Que podríamos ser buenas amigas.
Y como yo la amaba un buen y todavía seguía enamorada de ella, puES ACCEDÍ COMO LA ESTÚPIDA IMBÉCIL QUE SOY, me odio.


Fuimos "amigas". Amigas.  Platicábamos un buen de muchas cosas, y nos reíamos mucho también. Nos la pasábamos bien. Eso sí: Dejé de confiar en ella. A veces decía cosas que me hacían entrecerrar los ojos y después me enteré de que había regresado con su novia antes de mí. O sea, pero no "había regresado" con ella, nomás se veían para besuquearse y así. Lol. Yo me enteré por la ex novia-novia-free (a estas alturas no c).

O sea que mientras a mí me decía cosas bonitas, se estaba besuqueando con su ex. Pues wow.


¿Me enojé? Por supuesto.
¿Me dolió? Un buen.

¿Qué hice para remediarlo? La confronté y ella negó todo, por supuesto. Después la atrapé en contradicciones y cuando me entraba la ira homicida, me calmaba a mí misma diciendo: "Pues igual ya no es mi novia así que pues alv".

Pues sí.


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Pasó el tiempo y yo me enamoré de alguien más, como loca. Ella no estaba contenta, pero pues a mí ya no me importaba porque había dejado de amarla en un sentido romántico-sexual. Discutíamos, pero seguíamos arreglando las cosas. Un amigo en común nos llamó "Más problemáticas que Selena Gómez/Justin Bieber".
Siempre me enojé por ése término, porque obvio ni al caso. Resulta que, el día de hoy, ME DI CUENTA, de que sí. Conflictivas y tóxicas, una con la otra.

Porque mientras ella no me quería con alguien, ni me quería con ella, yo no quería renunciar a mi "amistad" con ella.
Porque me gusta sentirme querida y apreciada, porque me gusta sentir que le importo a alguien, y porque, lo voa decir, me gustaba sentir que alguien seguía enamorade/a/o de mí. Ella siempre estuvo ahí, lo quisiera o no, no importaba cuántas veces la hubiera corrido de mi vida, o nos hubiéramos peleado.

Ella seguía saliendo con otras muchachas y yo seguí con este hombre. Por azares del destino -y por azares del destino me refiero a mí y a mi tendencia a las malas ideas- Ella y este hombre se conocieron. Por mí. En un grupo de Whats. Lol.

La cuestión es que, hubo un momento en el que fuE SÚPER INCÓMODO. Mala idea ahí. Pero me hice ciega a la situación porque estaba muy aferrada a la idea de hacernos funcionar. Que quizás como novias no habíamos podido jalar, quizás como amigas sí.
Me obsesioné con eso.


Mis amigos ponían los ojos en blanco y me pedían que ya le bajara a este asunto. Y yo toda obstinada me reía en sus caras: "Está todo bien, lo puedo manejar".

No lo pude manejar.


Luego sucedió lo que sucedió en Marzo, en la CDMX.

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Que se puso toda rara con mis amiguitos. Que le hizo caras a Monse por el dibujo que me regaló, que buscaba la aceptación de Aarón, que le pedía a Fany que hablara conmigo porque yo ya me había súper incomodado, que no miraba a Diego Ernesto y que además de eso, decía cosas súper WTF en frente de todos.

Como poner el brazo por encima del respaldo de mi silla. O como cuando iba del brazo con este hombre y ella decía cosas mamonas como "Te gusta prenderle fuego a todo, como a mi corazón" GURL, WHAT.
Como dejarme en visto por no ceder a sus caprichos y berrinches. Como amenazarme con su pasividad, con dejar de quererme.

Esa vez terminé muy enfadada, como no tienen idea. CON QUÉ DERECHO.

Después de eso, meses después, pude hablar con ella del tema y me negó todo lo que los demás habían afirmado: Que no había sido mala onda, que no tenía otro interés. Que ellos, todos, habían malinterpretado la situación y que si yo les creía más a ellos era porque no la quería a ella.

Me sentí mal, lol. Por supuesto. Como está en mi naturaleza escuchar a todos, decidí tomar su versión de los hechos, borré lo que escribí de ella en mi blog -que ella ya había leído-, y escribí en su lugar una disculpa.
Fue todo.


En julio que regresé, se portó bien. Fue por mí hasta mi Airnb para llevarme a la feria de Chapultepec, y estuvo conmigo todo ese día. Se portó amable, no quiso acapararme -a diferencia de en Marzo-, pero quizás porque íbamos con mi amiguito Diego Farell.

Pensé que quizás por fin esto podía significar el inicio de algo bien. Una amistad buena, duradera, sana, incondicional, como siempre debió haber sido.
Yo la amaba un buen, ella me centraba y me regresaba los pies a la tierra. Me recordaba quién era.

Y después todo volvió a ponerse tétrico entre las dos.

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Es como que se emputa porque yo quiero a alguien más, pero no me quiere con ella. Raro, ¿no?
Y yo estoy ahí porque quiero que seamos amigas, porque me gusta estar con ella y platicar con ella pero no creo que eso sea suficiente.
Porque estoy obsesionada con la idea de que con esfuerzo y ganas podemos hacer que las cosas funcionen. A lo mejor ella nunca quiso que funcionaran conmigo y yo ahí aferrada como la gran babosa que soy.


Y decía cosas raras.

Como que no me veía "en el aspecto sexual", a lo que yo interpreté como "lol, no te me antojas, morra".
O me decía que tenía miedo de que la fuera a dejar por un vato y esa fue una de las razones por las que me mandó al diablo O SEA QUÉ
Me llamaba "heterosexuala".
"No sabes lo que quieres, Mariana, siempre estás confundida" siempre me acusó. NUNCA ENTENDÍ DE QUÉ HABLABA. Pensé que siempre había sido muy clara: Quiero escribir, quiero a  Diego Ernesto y me quiero morir.
¿Qué quiero de qué? SiemPRE LO ESTOY GRITANDO.
Comentaba "Diego Ernesto no te quiere", "Karli no te quiere", para ella, todos me quieren pero no al mismo tiempo. Era desconcertante. Y entiendo que haya tenido "buenas intenciones" o algo así, quizás quería advertirme algo o no sé, pero lo que sentía en mi estómago cuando hacía esos comentarios no era algo bonito.
Hay maneras, morra, y eso siempre se lo dije.

No sé qué ganaba con hacerme esto. Con jugar así conmigo.

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Era obvio que no me quería y yo toda estúpida defendiéndola de todos, a pesar de lo que pasó en Marzo, y de lo que pasó en nuestra relación. A pesar de sus engaños, a pesar de sus actitudes.

Tenía una amiga de twitter, con la que platicaba en ocasiones. Me caía muy bien, era muy agradable y ella había dicho que quería irme a ver cuando fuera a la CDMX. De un día para otro no me contestó más, no hablamos más. No sé qué pasó, y tampoco tuve mucha energía para averiguarlo. Me concentré en mi propia miseria, pasaba por un mal momento.

Meses después me enteré, por medio de esta morra, que entre plática y plática le había soltado un "Ya te vi que me quieres quitar a Mariana", esta chica de twitter se asustó y le aseguró que no era el caso y mi ex se rió y dijo que era broma.

No sé qué tanta broma fue porque esta chica de twitter dejó de hablarme.




Me desgarra el corazón que sea así.




Yo no fui precisamente un pastel de frutas, lo admito. Probablemente existen tantas ocasiones que no puedo contar en las que me porté verdaderamente culera con ella, por muchos motivos. Lo que me emputa no es tanto el que me haya rechazado de todas las maneras que encontró, sino que fue incapaz de corresponder a mi honestidad.

Lo único que le pido a todo el perro mundo es que sean honestos conmigo. Y ella, de entre todos, me lastimó más por no serlo.


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Hace como dos semanas me bloqueó, creo. Recién me di cuenta. Le mandé un mensaje de texto normal y me llamó varias horas después. No contesté porque estaba viendo una película y eran las diez y media de la noche, más o menos.

Luego de eso no hubo nada más.

Le escribí otro SMS y nada.
Le mandé un mensaje por DM y nada.

Ignorada total.


Esta tarde estuve platicando con mi amigo Farell y pues, a punta de tazos de Winnie Pooh -Putazos-, entendí que esto ya está #RIP

¿Por qué me obsesiono tanto con salvar algo que ni siquiera me hace bien?



Pues bueno. Ni pex. La vida sigue y todo eso.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Un niñito fantasma

Había empezado a escribir esta entrada desde temprano, con otro enfoque totalmente. Pensaba escribir sobre cómo mi vida está marcada por la muerte -como capítulo trágico de la Rosa de Guadalupe- y sobre cómo he sobrevivido a las muertes de algunas de las personas más importantes y que más he amado desde que nací, pero no llevaba ni quince minutos cuando una necesidad, casi biológica, había nacido en mi vientre y estuve a nada, NADITA, de tirarme por una ventana.

Qué manía la mía de buscar razones para entristecerme, en verdad. No necesito hacer esa mierda ya. 
Quería recordar la buena memoria de Gerardo, de mi tía Silvia, de mis abuelos, de mis primos, y de más recientemente, mi amiga quién se quitó la vida en abril de este año. A veces creo que la única manera que tengo de inmortalizar a los demás es a través de este blog y realmente no. Ayer prendí una vela y estuve vagando por los panteones como fantasma errante. Dibujé mi admiración por ellos y cada momento que tengo consciente me gusta agradecerles en silencio todo lo que hicieron por mí y recordarles que siguen conmigo tanto como dure mi vida...

No voy a deprimir a nadie. No quiero deprimirme a mí misma -no es tan difícil, a decir verdad- En vez de pasar otrA NOCHE LLORANDO POR COSAS QUE NO ESTÁN EN MI CONTROL, decidí contarles algo que a mucha gente le causa curiosidad.

Estoy segura que ni el 30% de los que vayan a leer esto me creerán, pienso que ni yo misma lo hago, pero pues es la verdad. Como todo en este blog, es mi verdad y aquí vengo a ventilar todos los tornillos que me hacen falta.

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Todo comienza cuando en Agosto de este año empiezo una clase de creación literaria. Por fin le pinté dedo a mi ansiedad y síndrome de impostor y me decidí a dejar que otros -profesionales- me lean y me critiquen. Sólo así puedo crecer como escritora. La primera clase oficial, llevé un cuento pequeño. El profe había dicho que lleváramos cosas cortas, no inicios de novelas o melodramas o lo que sea. 
Cuando yo terminé de escribir ese cuento, un par de horas antes de mi clase, me di cuenta de que eran cinco hojas de largo. Muy largo para un cuento. Hice lo que hago normalmente: Achiqué la letra y le quité espacio a los párrafos pero seguía igual. Tuve que editarlo y al final quedó de dos. Bueno, algo era algo.


El cuento era sobre fantasmas. Ya saben, la típica historia de escuela. Un fantasma se aparece en los baños de las niñas. Nada del otro mundo, pensé yo, es una historia que he escuchado durante gran parte de mi vida.

Gustó tanto el cuento que mi profe se quedó con la copia que le di. Con el tiempo, tanto mi profe como mis compañeros se dieron cuenta que tengo "facilidad" (vamos a decirlo así, me da ñáñaras decir otra cosa) para escribir historias de terror. 

Un día, un compañero hizo el siguiente comentario sobre mí:

-Ay, sí, pero ella no ha visto fantasmas-



Pues, de hecho sí.




Soy buena contando cosas que he vivido, he visto y me han pasado, creo yo. Me es difícil imaginarme situaciones que no conOZCO por obvios motivos. Toda mi habilidad viene de mi vida. Claro, tiene que ver que empecé a escribir novelitas y cuentos y cositas desde los siete años, pero también tiene mucho que ver lo que he vivido.
Lo que he visto, siendo más precisa.







Nunca había pasado de sentirme rara, asustada, incómoda en lugares que no conocía. Escuchar voces en el viento, como susurros, decir cosas raras o palabras sueltas. Sentir frío subir o descender por mi columna. 
Lo normal, supongo, que te pasa cuando viste El Espinazo del Diablo a los seis años y así. 


Pero cuando tenía quince años y había concluido el primer semestre de la preparatoria, ocurrió algo que hasta la fecha no he podido encontrar explicación.

Esa noche, tras haber pasado una tarde entera con mis amigas, me bañé y me fui a dormir como era habitual. No sé cómo me desperté pero a mitad de la madrugada, mientras cambiaba de posición en la cama, lo vi. Era un niño, estaba de pie en una esquina de mi cama. Ahí, de pie. Como si fuera humano, con la oscuridad sobre él y la luz de la luna iluminándolo un poco. Recuerdo que tenía unos ojos extraños, como verdes pero como si el color estuviera deslavado... y la piel... Eso no era humano.

Obviamente que mi primer impulso fue pararme y gritar y salir corriendo alv, pero estaba tan sorprendida, tan asustada, que no me podía mover. Lo único que se me ocurrió fue taparme enteramente y rezarle a Diosita para que me ayudara, costumbre entre hijos de escuela católica amantes del cine de terror.  Al amanecer pensé que sólo había sido una pesadilla, producto de haber visto Insidious con mi mejor amiga un día anterior. No le dije a nadie.

La siguiente noche fue igual, y la siguiente y la siguiente y las siguientes dos semanas fueron así. Llegué a un punto en que estaba tan desesperada que le dije a mis papás, quiénes levantaron una ceja y cuestionaron -OBVIAMENTE- mi gusto por el cine de miedo y las novelas de terror. Como si estas "pesadillas" fueran producto de. En absoluto lo eran. 

Continuaron las apariciones. El niño no decía nada, y con el tiempo, le perdí el miedo. Ya no me asustaba, no es como que antes me hubiera sentido amenazada, pero me acostumbré. Aún así me sacaba mucho de onda porque no sabía quién era, qué quería de mí, qué me iba a hacer.

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Dejé de dormir por las noches y me ponía a ver la tele o hacer otras cosas. Apenas salía el sol, yo me dormía, sintiéndome segura entre la luz. Dormía en mi casa y dormía en casas ajenas, sólo en cuartos donde hubiera más personas.

Mis padres se empezaron a preocupar mucho y me llevaron a una iglesia, con un padre, para que me ayudara. El padrecito no me creyó, como es obvio, e hizo que me confesara, comulgara y rezara siete aves marías. 
El niño seguía apareciendo.

Luego me llevaron a una iglesia cristiana -tengo parientes cristianos-, quiénes me "oraron". Pusieron sus manos encima de mi cabeza y entre cuatro personas oraron a Diosita por mí. 
El niño no se fue.

Estaba al borde de una paranoia terrible. Todo el tiempo estaba cansada, nerviosa y enojada. Escribía un montón pero nada me aliviaba. Estaba segura de que nadie me creía, yo tampoco me creía. "A lo mejor sí tengo esquizofrenia" o cosas así me decía - Todavía me lo pregunto, sólo así explicaría mi amor por escribir y tanta mafufada que me toca experimentar-

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Total que mi mamá me llevó con una de sus amigas, que es como bruja buena. Bueno, ya saben, de esas que hacen limpias y así. Se sentó conmigo y me empezó a hacer preguntas: Que qué veía, qué sentía, si le hablaba o no, qué hacía yo para detenerlo o para llamarlo, chalalá. Contesté todo lo más honesta que pude.
Luego de hacerme una limpia con un huevo y plantas, y después de romperlo frente a mí, lo "leyó". Me dijo que al parecer el niño era alguien que se había perdido en el camino y que como yo soy un ser de luz -lol-, creyó que era su mamá y por eso estaba ahí.

Me hizo otra limpia con flores, me dio una botellita de agua bendita y me dijo que la pusiera bajo la cama. Me dijo algo que hasta la fecha me acompaña: Mientras no te haga sentir miedo, vas a estar bien.


El niño jamás me aterró, no como otras veces he sentido miedo, más bien me sacaba mucho de onda verlo ahí a mitad de la noche, y pues pensarlo me daba terror por razones lógicas.

No creía en fantasmas, no importaba lo mucho que me gustaban las pelis de terror. No me daba miedo lo muerto, lo que no veía. 

Al final, hice todo lo que ella me dijo y así como lo predijo, desapareció. Así, de un día para otro, pude dormir bien y no lo vi...


Más o menos, cuatro años después, cuando tenía diecinueve, se apareció nuevamente pero ahora en el cuarto de mis papás, que era donde yo dormía esa noche porque tenía casi cuarenta grados de fiebre. Lo vi de pie. Me estaba mirando y esta vez puedo asegurarles que no me asusté en absoluto. Quizás por la fiebre que me sentía súper fatal y no tenía energía para nada más. Al día siguiente ya estaba en mi temperatura normal y el niño no volvió a parecer, al menos no hasta el día de hoy...


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No sé quién era, no sé qué quería. No sé qué pasó. No sé qué me pasó, qué me rompí o qué puerta abrí para que esto me sucediera. 
Siempre he sido una persona sensible a muchas cosas. Sensible af. Pero jamás había vivido algo tan cercano.


A partir de ello, como que se destaparon mis sentidos, porque ahora las cosas que puedo ver o atestiguar son casi igual de cercanas, y se sienten tan reales que neta les digo, espantan un buen. 

Veo rostros en las ventanas de los carros y las casas. Escucho voces en las escaleras eléctricas, en los baños públicos. Siento frío, mucho. Y veo cosas, muertos, fantasmas, espíritus, entes, como sea que les llamen, con formas humanas, caminando entre nosotros. Escucho sus gritos de desesperación, de miedo, de dolor.
Los veo subiendo a los camiones, los veo saliendo de los estacionamientos, los veo colgados de árboles, o en las entradas de las tiendas.



Cuando mi vida no es otro sitcom de tragicomedia de MTV, es una película de terror dirigida por James Wan. A veces está buenísima para escribir, a veces me da tanto miedo que no puedo dormir madrugadas enteras.

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¿Alguna vez me ha pasado algo al aspecto físico? Diablos, sí. Cuando estuve trabajando de maestra, en la casa donde vivía en Dolores Hidalgo, me arañaron la espalda los hijos del infierno alv. Una vez me tiraron un libro en la cara y me tuve que poner una curita en la barbilla para que no se viera el moretón. Nada muy grave, ahora que lo pienso.

O sea, no es como que alguien, un fantasma o lo que sea, me haya perseguido con un cuchillo. Pues no alv, yo creo que saben que no correría porque ya me quiero morir.


En fin.


A veces pienso mucho en eso y me pregunto si HICE ALGO MAL PARA MERECERLO, pero lo comparo, por ejemplo, con el acoso callejero que vivimos las mujeres en este país y la verdad es que prefiero a los muertos chingándome que a los onbrez.



Es una historia larga, y como esa, tengo varias más, pero como ya expliqué antes, siento que nadie me cree porque cuando me suceden, ni yo misma lo creo. Prefiero echarle la culpa a mi salud mental o a mi gusto por Stephen King o a lo que sea menos a lo que puede ser. Qué miedo.


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No jueguen con las fuerzas oscuras, amigos. O si sí, me invitan.