A veces creo que las decisiones que mejor tomo, o las que mejor ejecuto, son aquellas que escondo de todo el mundo. Siento que hay cosas que es mejor no evocar en voz alta porque todos esos sentimientos se vuelven veneno y se crean fantasmas, espectros de ultratumba que me siguen a todos lados. No tengo problema en levantar una mano para detener a las fuerzas diabólicas pero, ¿Qué si aquellos monstruos son producto de mi interior? Todos esos demonios son míos, todos esos muertos yo los reviví. ¿Cómo voy a deshacerme de ellos si la fuente de su energía soy yo misma? Exacto.
Tendría que acabar conmigo misma.
Y pues, lo hago, a veces. Pero ya me cansé de autolesionarme para espantar aquello que sigue dentro de mí. Mejor no le digo a nadie.
¿No?
En estas semanas nos habíamos estado escribiendo correos y luego, él dejó algunas cosas en mi ask. Sentí, en verdad, que extrañarlo iba a valer algo, que el hecho de saber que él también me extrañaba en la misma proporción, que pensaba en mí tanto como yo pensaba en él, iba a significar algo.
No dice nada de nosotros, más que no queremos arreglar esto y luego de que él así, más o menos, lo dijo, yo me súper ofendí. Le estuve dando vueltas al asunto, y entre latas de fourloko, suspiros tan profundos y largos que pensaba que se me iban a desinflar los pulmones, y escuchar con una insistencia casi obsesiva el "It's gonna be a good, good life" de Bebe Rexha, me di cuenta de algo:
Tiene razón.
Podemos extrañarnos y podemos pensar en el otro pero no quiere decir nada más que eso. No hay nada detrás, ni motivos ni propósitos ni intenciones de nada. Es cierto. Él no quiere regresar porque sabe que yo no quiero que lo haga y yo no quiero regresar porque sé que él no quiere que yo lo haga.
Estamos en lugares muy separados -la ironía-, y aún así, como si me importara, estoy angustiada. Me siento muy angustiada y muy confundida porque sigo sin entender bien qué sucedió.
¿Tiene caso saberlo ahora?
Lo único que sé es que no podemos arreglar nada porque nada de esto está roto. Ni él está descompuesto ni yo estoy incompleta.
Supongo que es parte de crecer darte cuenta de todo esto, ¿Y duele? Como la puta madre.
¿Me voy a sobreponer? Carajo, sí.
Aunque a veces tenga la sensación de que me voy a ahogar en una eterna tristeza y mi corazón jamás sanará, sé que voy a salir de esta porque SI SOBREVIVÍ A MI PRIMER CORAZÓN ROTO CUANDO TENÍA TRECE AÑOS, AHORITA LA NETA TODO ME LA PELA y bien pelada.
Pero el camino es tortuoso. Es largo, está lleno de baches, y arbustos venenosos. Es oscuro y luego hay mucha luz, y luego se llena de niebla. Por momentos te ves acompañada de otras personas pero casi siempre es una caminata que has de dar solita.
Y estoy aquí, emborrachándome con una frecuencia un poco alarmante y como helado y lloro en el transporte público. Y a veces no duermo, a veces duermo mucho. No me dan ganas de buscar trabajo y sé que debo hacerlo. Tampoco escribo, salvo para la tarea de mis clases y bueno, este blog. Hago muchos planes para mí misma y no llevo a cabo ninguno porque a veces la ansiedad y el dolor me dejan paralizada por horas, sentada en el sillón de mi casa, abrazando mis piernas sin poder seguir leyendo el libro en turno porque tengo terror.
Salgo con mis amigos, y me río con ellos. Ellos me preguntan muchas veces cómo estoy, qué tal la búsqueda del trabajo, qué tal mis clases, qué tal mis motivaciones.
"Ya deja de tomar, Mariana", dicen. "¿Qué has escrito?", dicen. "Busca un trabajo que te guste, de lo que sea, Mariana", dicen. "Un día ya no va a doler, Mariana, sé paciente" repiten hasta el cansancio.
Tengo que enfrentarme a la angustia en la voz de mi hermana cuando llega a casa y me ve tomando y me pregunta que a qué hora empecé a tomar. Tengo que enfrentar a mis padres que llegan de noche y me ven dormida y me ven sin buscar trabajo, y me ven sin escribir, y me ven sin salir de casa. "No me gusta verte así", dice mi mamá, "Sin motivaciones de hacer nada, toda triste..."
Pero hay días muy buenos, se los prometo.
Voy a mis clases de creación literaria y soy súper feliz. Salgo con mis amigos y estoy súper contenta. Salgo con mis papás, como con ellos, y me siento bien tranquila. Escribo algo, un cuento o este blog y me siento muy satisfecha.
Hay días en que me siento bien, me siento bajo control, bajo el mío, y me siento yo otra vez.
Me pierdo poquito en mi dolor y mi desesperación, pero tengo bien claro a dónde quiero llegar, sólo que no sé cómo llegar hasta allá.
Hago planes para dentro de un año, ¿Cómo pretendo ir a la CDMX a vivir, si no tengo un trabajo ahorita, no tengo dinero ahorrado, no tengo ni siquiera una novela iniciada? Pues así, por los míos, porque las malas ideas me salen muy bien.
¿Pero saben qué más es mala idea también?
Combinar analgésicos y alcohol.
Tomar vodka, whisky y luego cinco mezcales de sabores diferentes en Guanajuato.
Renunciar a mi trabajo sin tener algo de respaldo ahorrado -estoy subsistiendo con dinero que es mío pero no lo tengo yo, porque lo presté-
Invitar a mi ex novia a salir con mi grupo de amigos estando yo con el hombre de quién estaba enamorada.
Caminar de la Roma Sur a Bellas Artes EN BOTINES DE TACÓN.
Tomas dos fourlokitos un día antes de viajar en carretera por cuestión de trabajo.
Salir con alguien que conocí por Tinder.
Todo eso ha sido muy mala idea. Pero he sobrevivido a ello, y no sé si me ha hecho más fuerte, pero por lo menos más inteligente sí. -Como si se pudiera, ¡Ja!-
Si tú, como yo, también estás lidiando con un corazón roto, porque el amor de tu vida se fue, o tú te fuiste del amor de tu vida, o se murió tu mascota, o te corrieron del trabajo, o tus impedimentos mentales y emocionales te frenan de vivir una vida plena, o porque odias lo que estudias o porque odias con quién vives, o porque ya no sabes qué onda con este país de porquDIGO NADA, o porque la vida tal cual te rompió el corazón, por los suyos, entonces te invito a que me HAGAS CASO:
Saldrás de esta.
Créeme, créeme, créeme, créeme, créeme, créeme. Vienen días mejores. Vienen mejores personas. Vienen mejores trabajos. Vienen mejores tiempos. Vienen mejores oportunidades. Vienen mejores sueños. Vienen mejores experiencias. Vienen mejores versiones de ti.
El camino de los corazones rotos, como ya dije, es sinuoso y feo af, pero te lo prometo, será una experiencia que una vez superada será digna de ser contada alrededor de una fogata.
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